Si el equipo de personas que conforman la dirección de la empresa no sabe qué metas debe alcanzar, no posee los conocimientos necesarios para realizar su trabajo en la consecución de estos objetivos, no tiene las actitudes adecuadas para funcionar en el seno de la organización concreta y peculiar que es su empresa, y no está motivado para exigirse y dar lo mejor de sí mismo, difícilmente la empresa tendrá éxito en la implantación de su estrategia.
Toda empresa es una "organización viva" que, además, está inmersa en la evolución de su entorno; su estrategia es, por tanto, un "blanco móvil", en el sentido de que debe evolucionar en los ámbitos de producto, mercado y ventajas competitivas; y los directivos aun partiendo del hecho de que, gracias a la acertada aplicación del "sistema de asignación de recursos", se hayan seleccionado personas con capacidades potenciales adecuadas, como seres "libres" que son tienen posibilidades de mejorar y también, de equivocarse.
De aquí que sean necesarios en toda organización unos sistemas de alta dirección que ayuden a lograr la acertada evolución de la coherencia entre las cualidades de estas personas, su acción directiva y los objetivos que les han sido fijados, es decir, que ayuden a corregir las posibles desviaciones en la acción directiva.
Los sistemas de alta dirección están orientados a gobernar a los directivos en el corto, medio y largo plazo. Es decir, son sistemas orientados a promover un determinado comportamiento en las personas que hoy son importantes para la consecución de la estrategia, se centran en el desarrollo de las capacidades básicas del hacer de los directivos, y a la ayuda y motivación de estas personas para que las ejerciten acertadamente en cada situación concreta.
Son sistemas que ciertamente "miden", "controlan" y se "corrige" a la persona, pero además y apoyándose en ello, buscan potenciar al directivo de cara a un futuro desempeño de responsabilidades más complejas e importantes o, al menos, distintas a las que ya realizaban, de manera que no se quede "desfasado" frente a la evolución de la empresa y, finalmente , ayudarles en el proceso de jubilación, que inexorablemente llegará.
Los sistemas de alta dirección de una empresa se deben aplicar de forma individual a cada directivo, pues se trata de enseñar, motivar y conducir a cada persona, lo cual no quiere decir que no tengan un esquema común y aplicable a todas las personas.
Tanto la desviación de la acción directiva como la diferencia de intensidad en el esfuerzo directivo, de manera general, es decir, en la mayoría de los casos, no se debe a la persona, sino a que la persona está siendo mal dirigida.
La dirección de los directivos de una empresa hay que ejercitarla con un conjunto de acciones. Algunas corresponden a actividades del día a día (comunicación y rendición de cuentas) y otras a ocasiones singulares que ocurren pocas veces al año (evaluación, promoción y remuneración variable). Lo importante es que para dirigir a los directivos hacia la consecución de la estrategia, hacia el corto y largo plazo, hay que emplear todos estos sistemas y, además, de manera que sean coherentes entre si.
La omisión de un sistema dará lugar a carencias en la manera de conducir, y la falta de coherencia introducirá desorientaciones en la acción directiva o producirá indicaciones contradictorias que ocasionarán la paralización. En cualquier caso, tanto la omisión como la incoherencia terminan desmotivando a las personas que son claves en la implantación de la estrategia.
Por otro parte, si no se emplean los sistemas de alta dirección, se corre el riesgo importante de que la estructura de responsabilidades, como organismo vivo que es, al no tener clara la dirección en la que debe avanzar, se transforme en un fin en sí misma, con lo cual los directivos aplicarán sus capacidades directivas a la búsqueda de sus propios intereses o a la defensa de los intereses de su grupo.
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