Los buenos directivos saben que una actuación superior sostenida no puede establecerse mediante mejoras puntuales tales como las reestructuraciones, la reducción masiva de costes o las reorganizaciones. Su objetivo es evitar que surjan dicho tipo de situaciones y lo hacen mediante la orientación hacia seis áreas que constituyen la base del trabajo de todo director general.
Toda empresa tiene su peculiar entorno laboral, su legado del pasado que dicta de forma considerable la forma en que los directores responden ante los problemas y las posibilidades. Sea cual sea el entorno laboral que herede un director general el modelado del mismo constituye una tarea crítica. Y esto es verdad tanto para pymes como para grandes empresas.
Son tres elementos los que dictan el entorno laboral de la empresa
- Los estándares de rendimiento imperantes que establecen el ritmo y calidad del esfuerzo de los colaboradores. Determinan la calidad del esfuerzo que la organización invierte, los estándares elevados son, pues, el medio principal con que los directores generales ejercen su influencia por todo el entorno de la empresa.
- Los conceptos empresariales que definen cómo es la empresa y de qué forma opera. Tienen una amplia panorámica de los campos donde quieren competir y de la manera en que la empresa alcanzará sus metas en dichos campos.
- Los conceptos y valores humanos imperantes que prevalecen y definen lo que significa e implica trabajar en la empresa. Se involucran profundamente en la tarea de determinar los valores de su empresa, qué significa trabajar aquí.
Tener una estrategia determinada
Desde el momento en que el director general es el único ejecutivo que puede comprometer a toda la organización con una estrategia determinada, se involucran invariablemente en la formulación estratégica, liderando el esfuerzo, no limitándose a presidirlo.
Los directores generales excepcionales se comprometen personalmente en el mejor servicio al cliente y en la preparación de productos y servicios que den mejores resultados.En lugar de dedicarse a la introspección, obtienen de primera mano la información sobre competitividad hablando con clientes y distribuidores, dicho conocimiento les da la convicción que necesita para realizar los cambios y obtener una ventaja competitiva.
Se anticipan frente a cualquier movimiento estratégico de sus competidores y realizan planes para los supuestos más desfavorables.
La gestión de los recursos
Los mejores directores generales concentran más recursos en situaciones que permiten la posibilidad de ganar un importante margen competitivo o, al menos, mejorar uno que ya estén disfrutando. Tienen mentalidad de propietario, evitan proyectos en que todo tiene que funcionar excepcionalmente para obtener una rentabilidad adecuada.
Se muestran exigentes con "quién obtiene qué" ya que se dan cuenta que los rendimientos sobresalientes no provienen de la asignación del dinero entre los que prometen lo mejor o entre directores "importantes", para tenerlos contentos. No significa que se opongan a la asunción de riesgos, si se orientan hacia un menor número de apuestas, y las defienden agresivamente, mejoran las posibilidades.
Siempre buscan recursos improductivos para ponerlos a la par o eliminarlos, comprueban los gastos importantes, asignan a cada unidad una cuenta de explotación y miden cuidadodasemente su rentabilidad, aplican una presión constante sobre la organización para mejorar la productividad.
Talento en la alta dirección
Todo el mundo sabe la importancia que tiene captar directivos competentes, formarlos rápidamente y mantenerlos con espíritu de superación y situados eficazmente. Y, sin embargo, no todo el mundo hace lo necesario para conseguirlo, de hecho la falta de talento por parte de la alta dirección es la segunda causa, justo después de los bajos estándares, de resultados pobres.
Los mejores directores generales utilizan la asignación de puestos exigentes para acelerar el alto potencial de desarrollo de los directivos y eliminar los bloqueos que se oponen al mismo. También comprenden lo importante que es la rotación de puestos y la destrucción de los imperios funcionales que son un obstáculo.
Por encima de todo, involucran estrechamente a sus directivos en el proceso de mejora, constantemente se preguntan cómo están rindiendo los colaboradores de alto potencial y cómo sus directivos están resolviendo los problemas de su personal.
Saben que la retribución constituye un medio para llegar a un fin, no un fin en si mismo. Las recompensas van unidas a los resultados. Se rodean invariablemente de un buen equipo, no contratan únicamente personas a su imagen y semejanza, sino que toleran e incluso fomentan la variedad de estilos.
La estructura de la organización
Los mejores directores generales parecen buscar las maneras más sencillas de hacer las cosas, lo cual significa menor estratificación en la organización, trabajos de más nivel y responsabilidades más amplias.
Construyen su organización alrededor de las personas más que alrededor de conceptos o principios. Cuando tienen una estrategia, un problema, o una gran oportunidad en el negocio acuden a la persona que tiene las aptitudes y el estilo indicados para dicho trabajo. Luego delegan la responsabilidad sin encorsetar a la persona con una descripción ajustada del trabajo, en consecuencia los directivos se sienten más responsables de los resultados sencillamente porque son más responsables.
Han aprendido el valor del trabajo en equipo se reúnen con sus directivos para hablar de los asuntos de la empresa, para recabar múltiples informaciones y opiniones sobre los proyectos importantes y para recabar su apoyo.
Nombran líderes funcionales sólidos que puedan aportar un liderazgo innovador e imaginativo y puedan transferir sus ideas al resto de la organización. Como resultado, estos directivos respetan y saben sacar lo mejor de sus colaboradores, en lugar de escribir informes poco amistosos o de entretenerse con juegos políticos improductivos.
Dirigir el negocio día a día
Ello significa supervisar las operaciones, dirigir el negocio día a día, produciendo planes adecuados, indicando problemas y oportunidades con prontitud, y respondiendo con rapidez y eficacia ante unos y otros.
Los mejores directores generales normalmente están muy orientados hacia los resultados, sus planes operativos son compromisos, no únicamente algo en lo que ponen mucho empeño. Conocen las cifras y saben lo que se necesita para alcanzarlas, no incumplen su plan de resultados cada año como consecuencia de sucesos inesperados... pero esperados.
Si el negocio disminuye seriamente, se mueven más rápido que los demás para recuperar costes, cortar gastos discrecionales y suprimir los focos de pérdidas. Pero no sacrifican la competitividad sólo para aparentar bonanza en un mal año.
Un agudo sentido de las capacidades de la organización es lo que separa a un buen director general de otros directores menos dotados. No comprometen a la empresa en más cosas de las que puede abarcar o, en el otro extremo, a seguir un ritmo que se queda corto con respecto a su capacidad, entienden que la fuerza tiene que concentrarse en pocos objetivos al mismo tiempo.
¡Muchas gracias por leerme hasta aquí!
¡Un abrazo!
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